Wednesday, January 12
LOBO DE MAR (fragmentos)
No hay quietud en el agua, ni en la calma.
Los lobos marinos mueren en el mar,
las olas los traen a la orilla. Verlos pudrirse
nos da pena o asco. Sombras de empatía, sombras de amor.
La descomposición es una forma de movimiento.
El águila embalsamada en la cantina
se nos aparece, en pesadillas, como un monstruo.
*
Boquea en el aire, le acaricio el lomo.
No se asusta de mis manos, las manos de los pescadores
tienen otro olor, a sal, a cuero. Y otra fuerza.
Se mueven como si estuvieran envueltas en guantes gruesos.
Sus palmas son el mapa de la superficie del mar,
eso es lo que asusta a los peces.
*
Mamá elige palabras imprecisas,
se monta a ellas, acaricia
con la punta de la lengua
lo que realmente quiere decir.
Sus palabras son pistas.
Habla de sus deseos
protegiéndolos del mundo
al que quiere traerlos.
*
¿Te gustaría tener un hermanito?
Parecía pedir permiso.
Me miró como si yo fuera el peligro
más grande del mundo.
Tuve miedo de mí.
*
Estoy acostada en la orilla, donde la bestia
puede alcanzarme con sus lenguas,
lamerme las piernas, colarse entre mi panza y la arena
que cambia de forma cada vez que el mar respira.
El agua parece más tibia que antes, su corazón
se metió en mi cuerpo.
*
Cuando los mellizos cumplieron ocho
vi la piel de la oveja
del otro lado de la casa, al sol.
El peluche contra el pasto.
Después la encontré, desollada, sobre un plástico.
Piletita de sangre.
La lengua le cuelga ridícula. No tiene párpados.
Piletita de sangre.
Moscas. Mi corazón al aire, al sol.
*
Hay un punto en el que seguir cavando en la arena
sólo provoca que el pozo se agrande hacia los costados.
Cuando se llega al agua, el pozo mantiene su profundidad,
derrumba las paredes, se las traga.
*
Empezó el frío. Se despertaron las salamandras,
mamá las alimenta con acacias y brillan.
Nos miran. Lentas, nobles como los gigantes.
*
Las toninas se hincharon, se volvieron rosadas,
la carne del hocico desapareció primero,
quedó a la vista un hueso fino como un pico.
Las vi convertirse en pájaros nuevos, dormidos en la arena.
Y abrí la boca para conocerme la voz.
*
Cuando lloramos Iemanja salió de adentro nuestro, por los ojos.
Entonces supe, en cada flor, cada puñadito de tabaco, nos dimos un poco.
La ofrenda fuimos siempre nosotros. (Olivia Milberg)