Monday, October 3
EL NIÑO SOLO Qué enigmático el niño solo: apenas se le presenta oportunidad puebla de voces, de presencias lo que le rodea; si la soledad se le abalanza, inventa una canción para hacerse compañía. Es que el niño solo, sólo se permite la soledad de saberse visto, monitoreando por el eco de alguna voz, el amor que hará eco en la prestante ausencia de los padres, de alguna tía, de la cuidadora, voces de mujeres en el horizonte del niño que juega a la orfandad, seguro de que al disparar un sólo grito solo se activa la máquina de abrazar; a los 20 meses de vida lo que alarma al cachorro humano es que los objetos y las causas no se plieguen de inmediato ni a una misma orden: la galleta destrozada, la piedra que no vuelve luego de tirarla a un charco recién nacido bajo la lluvia, la lluvia misma que le hace cosquillas en la nariz, las nociones de altura, profundidad, peso, resistencia, incomodidades varias que le informa su propio cuerpo, tributos que de por vida tendrá que abonar al hambre y al sueño. Y de pronto: figuras que lo abisman, que lo asombran, que lo requieren por completo: la copa de un árbol empujada por el viento, la temperatura de una ventana durante la lluvia, su propia voz que se le escapa como si fuese para siempre, y sólo a fuerza de gritar pudiera el niño solo recobrar aquello que, a cada instante, incluso antes de nacer, está perdiendo. Mejor no interrumpir al niño solo, que no está realmente solo mientras el mundo esté poblado por su presencia. (Javier Raya, 1985-2022)