Monday, November 15
PRELUDIO DE LAS GLICINAS Tengo un corazón antiguo incluso para los desbordados frutos de la historia. Decimonónico mi corazón parece florecer en el halo que desprende el muchacho de la plaza y su espalda apolínea. Promesa y decepción con esquirlas perfectas. Un corazón teórico que derrama excepciones, ciego ante la evidencia del desierto, sordo a las trompetas y al dios que responde con un trueno, mudo para la furia de la naturaleza, dulcísimo en su religiosa ferocidad. Tengo un corazón antiguo descatalogado en los brotes más verdes, su fulgor apenas despunta y ya es molde funerario. Estas que ahora nacen son las glicinas muertas, no sus hijas bárbaras. Tengo un corazón antiguo indulgente como dos hombres enamorados a la sombra de una nube que pasa por el campo. Un corazón pospolítico con miriñaque y conciencia social. Tengo un corazón que late en el murmullo del agua, agua que es la voz del padre en mi padre. Un corazón primordial sostenido por los latidos yámbicos de mi madre. Tengo un corazón antiguo cercado por tres murallas chinas, inaprensible como el vacío donde canta el pájaro de la leyenda, sólo de buen augurio si vive en el mito. Arritmia asintomática dijo el cardiólogo, yo digo un corazón anacrónico, preverbal, el corazón en la boca. Tengo un corazón antiguo guiado por voces a la manera de los santos, dilapidado entre glicinas como el de aquel poeta asesinado frente al mar. (Alejandro Méndez)